jueves, 4 de abril de 2013

El fútbol renace en el norte de Malí

[Vía El País] Por Pepe Naranjo/ Cada tarde durante el último año, Seydou Diattara, de 50 años, el futbolista más importante de la historia de Gao que en los años ochenta defendió la camiseta de la selección nacional, cogía su motocicleta y se dirigía al estadio municipal Kassé Keita. Allí se sentaba a tomar el té con el guardián y ambos dejaban pasar las horas contemplando la enorme extensión de arena y las gradas totalmente vacías. Eran los tiempos de la ocupación yihadista del norte de Malí, cuando los locos de Dios decidieron acabar con la música, la televisión y la práctica del fútbol. Pero no pudieron. Durante diez meses, los jóvenes de Gao siguieron juntándose cada tarde de forma espontánea en los descampados y lograron mantener viva la llama de un deporte que ahora vuelve por sus fueros. Los dos clubes más importantes de la ciudad, Sonny Athletic Club y la Unión Deportiva Gounzourey, que mantienen una rivalidad histórica, jugaron este lunes su primer partido amistoso para volver a la competición. El balón vuelve a rodar.

En los años setenta, Seydou Diattara era uno de esos niños que se pasaba todo el día en la calle jugando al fútbol. En aquel entonces no había televisión en Gao, pero escuchaba a los más mayores hablar de los grandes, de Beckenbauer, de Di Stéfano, de Kempes, como si fueran personajes de otro planeta, estrellas lejanas que triunfaban en un mundo diferente al suyo. Pero Seidou no lo hacía del todo mal y acabó fichando por el Sonny AC, un equipo de Gao que entonces estaba en la élite del fútbol maliense. Jugaba de lateral derecho y su contundencia y seriedad sobre el campo le hicieron destacar sobre los demás. “Cada año, un observador del equipo nacional seleccionaba a 16 jugadores. En 1983 nos cogieron a dos de Gao, pero yo fui el único que logré entrar en el combinado nacional”, recuerda Diattara.

En 1984 se trasladó a Bamako y fichó por el Djoliba, uno de los clubes más grandes del país, donde permaneció tres años. Fueron los buenos tiempos. “Con la selección recorrí casi todas las capitales africanas, de Túnez a Níger, de Marruecos a Costa de Marfil. Jugué cuatro veces la Copa Cabral, la Copa Cedeao y las eliminatorias de la Copa de África. En Bamako empecé a ver el fútbol en la televisión y me quedé fascinado con Platini, con Bruno Conti, con Paolo Rossi”, asegura. El Stade, el equipo rival del Djoliba, le fichó en 1987 y allí permaneció hasta 1991. “No cobrábamos nada, jugábamos por amor al deporte y a nuestro país”, explica.

A principios de los noventa, tras siete años en la élite, Diattara colgaba las botas y volvía a Gao. Su idea era seguir vinculado al fútbol y se convirtió en entrenador del Sonny AC, el equipo que le dio su primera oportunidad. Durante un tiempo logró mantener al equipo en la Primera División, pero las dificultades eran enormes. “Los equipos en Bamako juegan en césped, tienen patrocinadores y cuentan con todos los medios. Nosotros aquí sólo tenemos un campo de arena y un balón para veinte, no tenemos nada”, asegura. Sonny AC volvía a la Segunda División, a enfrentarse con los equipos de la región. Y allí le esperaba la Unión Deportiva Gounzourey, un club también de Gao, también modesto, pero que en los últimos años se ha quedado a las puertas de subir a Primera. Sonny AC cuenta con todo el peso de su historia; US Gounzourey es un equipo en alza. Entre ambos surgió pronto una gran rivalidad.
Pero el 31 de marzo de 2012 llegaron los yihadistas a la ciudad. Mahamane Touré, entrenador del Gounzourey, lo recuerda muy bien. “Eran unos fanáticos, dijeron que el fútbol era haram, cosa de blancos, que estaba prohibido”. Seydou Diattara tampoco podía creerlo. “Amenazaron a los chicos con flagelarlos si jugaban”, asegura. Y los cientos de niños que cada tarde, cuando el sol empieza a caer y el calor afloja un poco, ocupan todos los descampados de la ciudad para practicar el deporte que adoran, empezaron a quedarse en sus casas. Tenían miedo. Los miembros del grupo terrorista Muyao vigilaban por todas partes.

Entonces, un grupo juvenil llamado los Patrulleros, que nació a los pocos días de la ocupación de Gao para intentar mantener la seguridad en la ciudad, decidió tomar la iniciativa. Junto a Mahamane Touré, fueron a hablar con Abdel Hakim, uno de los jefes de Muyao, y le convencieron de que no podía prohibir el fútbol, que los jóvenes tenían que estar ocupados, que tanta inactividad iba a ser mala para todos. Y este aceptó, el implacable líder integrista comprendió que tenía que hacer concesiones si quería ganarse el favor de los ciudadanos y los partidos improvisados quedaron autorizados, incluso muchos muyahidines se paraban cada tarde a contemplar el espectáculo. Pero sin torneos en los que batirse, los clubes, desvinculados de Bamako y sin ningún tipo de apoyo, tuvieron que suspender su participación en las competiciones y dejaron de entrenar.

Diez meses duró el parón. Hasta que el pasado 4 de enero, una semana antes de la intervención francesa en Malí, el entrenador de la Unión Deportiva Gounzourey tomó de nuevo la iniciativa. “Empezamos a entrenarnos otra vez. Los yihadistas estaban ocupados en otros asuntos como para preocuparse de nosotros, así que vimos la puerta abierta”, asegura Touré. Este club tiene serias aspiraciones de subir este año a Primera División, la temporada pasada se quedó a las puertas y fue un equipo de la vecina Kidal el que lo logró, así que no había tiempo que perder. En pocos días, sus eternos rivales del Sonny AC echarán también a correr.
Sin embargo, para ir abriendo boca, este lunes se disputó el primer amistoso entre ambos clubes tras más de un año sin verse las caras. La expectación era enorme en Gao. Son dos clubes, dos entrenadores y dos filosofías diferentes. Seydou Diattara, el técnico del Sonny AC es un ferviente seguidor del FC Barcelona y la selección española. “El fútbol del Barcelona me ha convencido, es un fútbol que habla, me hace revivir. Y España igual, con esas asociaciones increíbles entre los jugadores. Me encantan Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, David Villa y, sobre todo, Silva. Este es mi jugador preferido, desde que pasó al Manchester City intento seguir todos los partidos de su nuevo club”. Por su parte, Mahamani Touré es un fiel seguidor del Real Madrid y su fútbol más directo, más de choque, más incisivo.

El problema de ambos clubes es la falta de medios. La mayoría de los jugadores no tienen ni para comprarse unas botas y usan unos borceguíes blancos de plástico que cuestan dos euros y que se rompen cada dos partidos. Tampoco hay prácticamente balones y los campos son extensiones de arena donde ni siquiera las líneas están marcadas. Pero poco importa. Como asegura Seydou Diattara, que además de entrenador tiene una escuela de fútbol que lleva su nombre, “las dificultades para desarrollar a los jugadores son enormes, pero te puedo asegurar que aquí hay mucho talento”. Así que este lunes, los amantes del fútbol de Gao, que son legión, volvieron a su estadio Kassé Keita para disfrutar de un nuevo duelo Sonny-Gounzourey. El resultado fue de 1-0 para los primeros, pero eso era lo de menos. El fútbol vuelve a Gao y lo hace por todo lo alto.

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