martes, 27 de diciembre de 2011

El fenómeno Ibrahima

[Vía Noticias de Navarra] PAMPLONA. Es un tipo estupendo. Centrado, buen compañero, amante de la familia, con el suficiente humor como para reírse de sí mismo y sobre todo, muy trabajador. No le han hecho falta demasiados partidos para demostrar a todos el acierto de su fichaje, ya que con cinco goles es el máximo realizador de Osasuna pese a no ser colocado en su puesto habitual. Pero él está acostumbrado a sufrir y nada de lo que le pueda pasarle le va a sacar de su plan. 


¿Cómo se afronta el parón navideño con el equipo en quinta posición? 
Con mucha satisfacción porque da tranquilidad para seguir sumando. 

¿Dónde está el misterio de la sorprendente situación de Osasuna?
En el vestuario. Todas las cosas buenas y malas empiezan ahí y aquí tenemos gente como Puñal, Sergio o Ricardo que llevan mucho tiempo en el equipo y que saben lo qué hacer. Toda la gente que estaba y los que hemos venido nuevos hemos cogido una gran unión. Esa humildad y esa mentalidad a mí me dan fuerza. 

¿Sabía lo qué se iba a encontrar cuando decidió venir a Pamplona?
No mucho, solo César Palacios, que ahora es directivo del Numancia, me había comentado algo de Osasuna, de su forma de jugar, de la ciudad y de la gente que trabaja en el club. 

¿Por qué salió del Atlético de Madrid?
Yo no quería salir del Atlético de Madrid, deseaba seguir y triunfar, Quique Flores también quería que me quedara, pero no siempre lo que uno quiere se cumple y hubo dirigentes que tenían otra opinión. Me dijeron que tenía que salir cedido un año para seguir creciendo y madurando. Me lo tomé con tranquilidad porque nada había acabado ni nada había comenzado. 

Los hechos han demostrado, sobre todo al ver los problemas actuales del equipo colchonero, lo acertado de su decisión. 
Claro que sí. Estoy muy contento aquí. Todos los jugadores quieren estar en un club grande, pero al final uno tiene que ver lo que le favorece y lo que quiere ganar. Hoy por hoy, mi salida del Atlético de Madrid es positiva y ahora puedo decir que aquí estoy en un club grande, en un club bueno, donde la gente me está tratando de maravilla. No hay vuelta atrás en las decisiones tomadas. 

¿Qué pensó al ver que le costaba entrar en el equipo al inicio de la temporada?
Todas las cosas que hago me las tomo con tranquilidad, con fe. Soy muy creyente, rezo mucho y en el Corán se habla mucho de la paciencia, de seguir luchando porque en cualquier momento las cosas pueden cambiar. He venido a Osasuna a ayudar, aportar y a seguir creciendo. 

¿Quién es Ibrahima Balde?
Un senegalés que nació en un barrio de Dakar, en un gueto humilde, por lo que doy gracias a Dios. He vivido dificultades, tensiones y vi los dos caminos que pueden tener una persona, el bueno y el malo. Gracias a mi madre y a mi padre pude tener una buena educación. 

¿A qué riesgos tuvo que enfrentarse en esa época?
La droga, que era muy fácil de conseguir en el barrio. Pero como estudiaba y conocía bastantes cosas de la vida me ayudó. Tenía amigos, que los tengo hoy en día, que me marcaban, me cuidaban. A algunos no le salieron bien las cosas porque cogieron el camino equivocado. Hay cosas por las que doy las gracias a Dios y a mi familia por poder estar hoy aquí. 

¿Ayuda de alguna forma a la gente de su barrio de Dakar?
Siempre, porque cada día que me levanto, después de rezar, pido a Dios por la gente que no tiene nada, que se está muriendo de hambre, que está enferma. Ese aspecto religioso me lleva a ayudar a la gente y siempre que voy de vacaciones llevo botas que he ido pidiendo a mis amigos. Uno no puede hacerlo todo pero siempre hay dos o tres personas que necesitan ayuda de verdad. Mi hermano se ocupa de esas cosas allí, pero no damos dinero, si alguien necesita ropa o alimentos las compramos nosotros, pero no quiero que la gente sepa que lo hago yo. 

Los jugadores africanos acostumbran a ayudar mucho a sus compatriotas, ¿a qué lo atribuye? Tenemos otra cultura, otra visión y nunca podemos olvidar de donde venimos, a los amigos de la infancia. Procuro hablar todo lo que puedo con mi gente de allí, saber lo que les falta. 

Comenta que le ha ayudado mucho su religión para llegar a su situación actual, ¿pero le ha podido perjudicar en algo su condición de musulmán?
No me gusta ver imágenes de musulmanes haciendo cosas malas. Un musulmán de verdad no puede matar gente, porque el único que lo puede hacer es Dios. Él decide cuándo te da la vida y cuándo te la quita; y si yo no puedo hacer daño a mi hermano, por qué se lo puedo hacer a otra persona. Hay que respetar a todo el mundo, cualquiera que sea su religión. Cuando veo en la televisión imágenes de guerras o de gente pasando hambre en Sudán, Guinea, Senegal o Sudáfrica cambio de canal, me gustaría que no hubiera esas imágenes. Todos somos iguales, pero distintos, como los dedos de una mano, así es el mundo. 

¿Llegará el despertar de África?
El problema que tenemos está en los gobiernos, en los presidentes. La gente que tenía que dar una imagen de África, los presidentes, los que tenían que buscar la unión de los africanos, no lo hacen. Tenemos nuestra riqueza, pero vemos que vienen de fuera a por el oro o los materiales que hay, pero que nosotros no podemos vivir de nuestra riqueza. Los dirigentes de los países africanos viven de eso y olvidan a la población. Ves mucha riqueza y te preguntas por qué no se puede hacer algo para que los países se desarrollen. Lo deberían hacer los dirigentes, pero la gente que tienen a su alrededor lo primero que piensan es cómo salir de la mierda, luego llevarse lo que puedan y al final ocuparse de la gente. Por eso nunca voy a votar y no lo haría ni aunque mi padre se presentara a presidente. 

¿Cómo empezó a destacar en esto de dar patadas al fútbol?
Jugaba en la calle. Mi familia quería que estudiase porque era un buen estudiante, inteligente y sacaba buenas notas. Por la mañana iba a estudiar y por la tarde a jugar al fútbol a la playa, hasta que llegué a secundaria, con 16 o 17 años, y los estudios comenzaron a dejar de gustarme. Quería ser como los jugadores que veía en la televisión de las ligas de Francia e Inglaterra. 

¿Qué jugador era su preferido?
Ibrahimovic, me gustaba mucho su estilo de jugar, cómo se movía en el campo. En mi país me llamaban Zlatan porque tenía una camiseta blanca con el número 9 en la que había puesto con un rotulador su nombre. 

¿Cuándo tuvo claro que quería ser futbolista?
Cada día estudiaba menos y cuando me tocó hacer el bachillerato, los estudios ya no me decían nada. Hubo un tiempo en el que me levantaba y en vez de ir al colegio, iba a jugar al fútbol con mis amigos. Salía de casa a las seis y media de la mañana, mi familia me preguntaba donde iba tan temprano y les decía que al colegio, que tenía que estudiar para un examen, pero el hijo cabrón se iba con sus amigos, a entrenarse a la playa. No teníamos ningún plan de entrenamiento, jugábamos hasta que nos caíamos muertos de cansancio. A las doce iba a casa de un amigo, me duchaba, descansaba y volvía a casa. 

¿Cuanto tiempo pudo mantener la situación?
No mucho, porque llamaron del colegio para preguntar por mis faltas. Mi madre quería que acabara el bachillerato, pero yo le dije que no, que no quería eso. Le costó tiempo aceptarlo y estuvo dos semanas sin hablar conmigo, enfadada. Yo la entendía ya que solo me faltaba un año para terminar. Mi padre me dijo que si quería jugar al fútbol que no me lo tomara a broma y yo le dije que estuviera tranquilo, que pondría todo de mi parte. Desde entonces comencé a levantarme a las cinco de la mañana para entrenar más tiempo y por las tardes teníamos partidos. 

¿Cómo se le presentó la oportunidad de ser futbolista profesional?
Había un campeonato muy famoso entre barrios y me salió bien. Un día me vio un tío y me llevó a Argentina, sin haber pasado nunca por una escuela de fútbol. Así, directamente, con 17 años. 

¿Qué tal le fue?
Era la primera vez que salía de casa y no veía más que blancos por todas partes (se ríe a carcajadas). Llegué a Buenos Aires con cien euros en el bolsillo, sin papeles y sin hablar nada de español. Fue un año jodidísimo porque al final el tío que me había llevado no tenía la prueba que me había dicho. Me tuve que quedar y comencé a hacer lo que hacía en Senegal: levantarme a las cinco de la mañana y salir a correr por las calles de Buenos Aires para no perder la forma. Seguro que los barrenderos que me veían se preguntaban qué estaría haciendo ese negro, pero a mí me daba igual. 

Al final sí que le llegó su oportunidad soñada y prometida. 
Sí, en Vélez Sarsfield. Seguía sin papeles y me quedé cinco meses. Luego me llegaron los papeles, pero ya se había acabado la temporada. Me subieron de categoría, tuve suerte al año siguiente y me volvieron a subir al reserva. Me faltaba un paso para jugar en primera división, pero entonces subieron a otro chaval aunque yo me había pegado un temporadón. Me lo tomé con calma, creciendo y cuando vi que no me hacían contrato con el primer equipo no dije nada. Me pidieron tiempo para que el club vendiera a un jugador, el uruguayo Silva que ahora juega en Fiorentina, pero yo no tenía ese tiempo. En esa época conocí a un camerunés, cuyo representante me vio jugar y decidió venirse conmigo y dejar al camerunés. Era José Sánchez Parra, quien me llevó al Atlético de Madrid y me presentó a Amorrortu, que le pareció raro ver a un negro jugando en Buenos Aires. Pero vio los vídeos y le gusté. Me hicieron contrato con el equipo filial de Segunda B. 

Y entonces comenzó a destacar. 
Al principio no, porque tenía un entrenador que no me ponía nunca y que incluso me dejaba fuera de los entrenamientos. Nunca dije nada. Entrenaba por la mañana y por la tarde me iba a un gimnasio para poder estar lo mejor posible y adaptarme cuanto antes al fútbol español. Luego echaron al entrenador, el que llegó me puso y comencé a meter goles. Llevaba doce. En el primer equipo estaba Abel, pero también le echaron. Llegó Quique Sánchez Flores y me subió a entrenar al primer equipo. Él decidió que me quedara y aquí sigo. 

Ahí forjó la relación con Raúl García. 
Sí y tengo mucho cariño por Raúl, es un tío que me gusta de verdad, que trabaja, que lo da todo. Cuando nos miramos a los ojos en el campo sabemos lo que vamos a hacer, nos entendemos muy bien, en cada balón me habla, me corrige y eso es algo que gusta a los jugadores. Aquí tengo compañeros, como él, Puñal, Sergio o Nino, que cuando estoy jugando me animan; en otros equipos si fallas te dicen de todo. Aquí no, somos todos iguales, todos negros o todos blancos. 

Es de suponer que uno de los más contentos por el fichaje de Raúl fue usted. 
Sí, me gustó mucho. Recuerdo que le decía a Kike Sola que ojalá viniera Raúl y cuando me enteré que venía supe que íbamos a tener un equipo más fuerte todavía. 

¿Cuál es su mayor carencia? 
La mayoría de las cosas que han tenido los futbolistas yo no las he tenido nunca. No tuve una formación de 10 años en un club y aquí la mayoría de los jugadores ha ido subiendo de categorías. Yo comencé a jugar realmente con 16 años, haciendo fútbol de verdad, pero cuando los que empiezan tan jóvenes se les nota, porque van creciendo poco a poco. Yo no tuve nada de eso. Nací del fútbol del barrio, de la calle, donde te pueden matar por ganar. Esa es la diferencia, pero no me lamento porque eso me ha dado fuerzas para seguir. 

¿Ha tenido repercusiones su decisión de no acudir al torneo preolímpico con su selección para poder seguir jugando en su equipo?
Sí. En mi facebook he tenido mensajes acusándome de dejar tirada a mi selección, de que me gusta más mi club que mi país y esas cosas, pero he tratado de explicarles que para una selección nunca es tarde, pero en un club, si dejas una puerta otro la va a ocupar rápidamente. En ese momento quería seguir ayudando a Osasuna, pero ellos no lo pueden entender. En abril tenemos otro partido de repesca y habrá que ver si deciden convocarme. En enero está la Copa de África y me gustaría estar ahí, pero no depende de mí.
  
¿Tan enfadados se quedaron?
Sí, porque era la primera vez que Senegal podía estar en unos Juegos Olímpicos. Cuando vaya en Navidades voy a tener que estar protegido por mis amigos del barrio (se ríe). 

¿Qué piensa hacer en estas fechas navideñas?
Iré a casa, con mi mujer Natalia, a estar con la familia, con mi gente. Iré a ver a mi querida madre, a mi querido padre. 

¿Cuantos hermanos tiene? 
Somos un equipo de baloncesto (se ríe). Somos siete y yo soy el mayor, marcándoles un poco. Lo que quiero es que estudien. 

¿No les contará su experiencia? 
(Se ríe). Sé lo mucho que los estudios me han ayudado y espero que ellos los tengan. 

¿Cómo lleva su faceta de traductor de Mendilibar con Lamah? 
Lo he dejado, así seguro que aprende. Lamah es espabilado y Mendi, un fenómeno.

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